jueves, 21 de agosto de 2014

El director de orquesta



Un conjunto de profesionales excelentes: los músicos de una orquesta. Cada uno de ellos ha dedicado, literalmente, toda su vida a su pasión: la música.

Ha invertido miles y miles de horas (y de euros) para llegar a donde ha llegado: ha ocupar un (cotizadísimo) puesto en una orquesta. Talento en estado puro.

Y ante todos ellos, el director.

Lo más maravilloso de todo es que el director no toca ningún instrumento. Ni una sola nota sale de su mano. La batuta es un símbolo, y aún sin ella, es capaz de ejecutar su trabajo a la perfección.

La pregunta es obvia: ¿para qué, entonces, un director de orquesta?

El director tiene como misión, básicamente, sacar lo mejor de todos profesionales que tiene a su disposición. Saben que es la autoridad moral, dado que no tiene mucha más si el grupo no quiere seguir sus directrices. Saben que, en muchos casos, su misión es la de conciliar los egos ("muchos gallos en el mismo gallinero").

Y lo anterior, vale para el director de orquesta, y para el director de un departamento de 2 personas, o de 20 o de 200.

Lo más complejo es dirigir, sin otro poder, que el que te da la credibilidad que día a día te has ganado ante tu grupo.

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