lunes, 2 de marzo de 2015

Habilidades de Gestión Clave I: Las presentaciones




Allí estábamos: el Comité de Dirección de la compañía, a punto de ver la presentación que resumía el trabajo llevado a cabo en la primera fase del proyecto, el cual, nos debía de abrir las puertas de par en par al lanzamiento de la segunda fase del mismo. Pronto comprobaríamos que ese no iba a ser el caso.

El proyecto era bueno. De hecho, habíamos logrado el apoyo de la dirección de la manera más tangible que existe: aprobando el presupuesto para esa primera fase. 

Todo había ido rodado: se cumplió la planificación, los resultados eran muy interesantes, los costes estaban absolutamente ajustados a lo presupuestado. Visto así, un auténtico "winner".

El responsable de la presentación estaba allí, delante del Comité de Dirección. Ese era el momento de la verdad.

Yo siempre pienso que el ponente, presentador, ... es como el piloto de Fórmula 1 a punto de salir de boxes: todo el trabajo de un equipo está en sus manos. La responsabilidad es suya. El riesgo (y la recompensa) es máximo.

Y entonces sucedió la tragedia: nuestro "piloto", un muy buen gestor, resultó ser un pésimo presentador. No comunicaba; leía las transparencias. No miraba a su público; sólo a la pantalla. No aportaba seguridad; sólo transmitía tensión. No empatizaba; generaba rechazo.

Lo mejor de la presentación fue que se acabara.

El proyecto estaba totalmente condenado. Intentar insuflarle un último hálito de vida tenía el mismo efecto que empujar un caballo muerto: un esfuerzo tan loable como inútil.

En ese preciso instante comprendí que "el arte de presentar" era una de las habilidades clave que debía dominar y, a día de hoy, lo sigo pensando. 

¿Cómo hacerlo? 

Mucho más sencillo de lo que parece.

  • Lo primero, como casi todo en esta vida, es que "a presentar se aprende haciendo presentaciones". Perder el miedo y salir de la zona de confort es lo que te hará dar un salto enorme hacia adelante.
  • Lee libros sobre el tema. Te recomiendo dos que, para mi, han sido definitivos. "El arte de presentar", de Gonzalo Álvarez Marañon y "Resonance", de Nancy Duarte.
  • Observa a los mejores. Para ello, te sugiero que entres en las página de los eventos TED (Tecnología, Entretenimiento y Desarrollo) (www.ted.com) donde se pueden ver excelentes presentaciones. No necesitas superarles (o al menos, no al principio). Con ser tan bueno como ellos, te situará a enorme distancia por encima de la mayoría. 
  • Practica, practica, practica. Y cuando te hartes, sigue practicando. Los más famosos conferenciantes llegan a repetir sus grandes presentaciones más de mil veces. Este es el caso de Al Gore, con su famosa presentación sobre el calentamiento global, plasmada en "Una Verdad Incómoda". Un básico que no deberías perderte .....
  • Pide feedback a un público amigo ... pero crítico. Nada que merezca la pena es gratis ...
  • Y sobre todo ....DISFRUTA.


viernes, 6 de febrero de 2015

¿Cuánto valor hay que reunir para pronunciar una palabra?



He asistido a muchas reuniones donde se trataban de nuevos proyectos, mejoras, soluciones ... que requerían de algún tipo de inversión (o gasto).

En un momento dado, alguien pronunciaba la frase: 
"Eso cuesta mucho"
y, al abrigo de un cargo de responsabilidad, o de una ganada fama de experto en su materia, la afirmación se daba como veraz. Al igual que en el juego de "Hundir la Flota", la propuesta quedaba "tocada y hundida".

Sin embargo, desde hace algún tiempo, cuando escucho esta frase, u otra similar, automáticamente pregunto:
"Exactamente, ¿cuánto?"
Casi nunca he recibido contestación a esa pregunta. Sí vaguedades. Sí miradas estupefactas. Sí actitud defensiva, casi diría, en la mayoría de los casos.

Pero no la respuesta. 

Y con el tiempo, al ir haciendo la pregunta, me he dado cuenta de que lo que marca la diferencia no es la pregunta en si, sino la palabra "exactamente".

Exactamente, ¿cual es ese tema urgente por el que no puedes ocuparte?
Exactamente, ¿porqué no se ha realizado el trabajo?
Exactamente, ¿porqué no se ha informado del retraso?
Exactamente, ¿quien ha dicho tal o cual cosa?
Exactamente, ¿ha dicho eso?
Exactamente, ¿donde está el problema?

Lo que lo hace tan diferente al resto es la intención de llegar al fondo del asunto, de saber realmente porqué, y sobre todo, esa palabra envía el mensaje de "aquí no vale cualquier respuesta". 

El trabajo duro no es realizar la pregunta, sino reunir el valor para preguntar en voz alta, interponiendo la palabra "exactamente". El valor de enviar el mensaje "lo siento: esto es importante y por ello, sólo es válida una respuesta clara a la pregunta"

En más de una ocasión no he pronunciado la palabra "exactamente", y francamente, me arrepiento, porque pienso que dejado que la mediocridad se saliese con la suya frente a la intención, cuando, menos, de hacer algo que mereciese la pena, o simplemente, de no formar parte de la masa cuya identidad le dice "nada va a cambiar". 

Como puedes leer en la descripción de este blog, creo que las cosas sencillas, las pequeñas cosas, marcan la diferencia. Desde luego, "exactamente", esta está en mi lista.

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Hace ya un tiempo que no escribía en mi blog, y te agradezco que hayas leído esta entrada, así como los que han seguido entrando en el mismo a pesar de no había nada nuevo.

Muchas gracias a todos, y como siempre os digo, vuestro feedback es un regalo. Hacedmelo llegar (por favor). Gracias de nuevo. 


domingo, 23 de noviembre de 2014

Cuanto más importante sea, menos probabilidades hay de que alguien lo haga por ti



En un ocasión leí que Lee Iaccoca les comentaba a sus directivos que, cuando uno de sus colaboradores no ejecutase una tarea asignada en la manera esperada, le hiciesen la siguiente pregunta:
Si tu vida dependiera de ello, ¿serías capaz de realizar esa tarea?
Si la respuesta era afirmativa, entonces la causa del resultado era la falta de motivación. Si la respuesta era negativa, la causa era la falta de formación.

Probablemente es un enfoque un demasiado simplificado, pero como en tantas cosas en la vida, la respuesta más sencilla es la más probable.

Parafraseando a Lee,
Si tu empleo dependiera de ello, ¿dejarías una tarea importante en manos de otra persona? 
Si la respuesta es afirmativa, es que no lo has pensado detenidamente.

Las tareas importantes, las que realmente marcan la diferencia y de las que depende tu ser o no ser, nadie las va a ejecutar mejor que tu. Nadie va a entrar en los detalles tanto como tu. Nadie, absolutamente nadie, se va a "poner en tus zapatos" y a "caminar por ti".

Si esperas que alguien venga con la "solución mágica" en el último momento, si confías en que alguien realizará esa tarea dura (que tan poco te gusta, pero que sólo a ti te corresponde hacer), si fías tu futuro a que los demás resuelvan los problemas, sinceramente, creo que más pronto que tarde descubrirás lo decepcionante que es el mundo real.

Todo lo anterior sólo pasa en las películas ... y cada vez menos ...

Pero, por contra, siempre tenemos la capacidad de tomar otra decisión: la de ponernos en pie y avanzar, en lugar de quedarnos sentado esperando. Siempre hay otra opción: como decía el sabio anónimo:
"Si ha de suceder, me toca a mi hacerlo posible"
Seguro que lo anterior ya lo sabes, pero nunca viene de más el recordar una de esas cosas que con cierta frecuencia, todos olvidamos.

Espero que te haya gustado el post. Si es así, como si es lo contrario, estaré encantado de saberlo.
Gracias por tu tiempo.




domingo, 16 de noviembre de 2014

El trabajo duro ya no es lo que era: ahora es diferente.



Coincido con Seth (Godin): según Seth, el trabajo duro ya no es lo que era.

Antes, el trabajo duro era trabajar mucho: muchas horas, con mucho ahínco; normalmente, un trabajo muy físico o, dentro del intelectual, de mucha perseverancia, rutinario, ....

Siguiendo con la "provocación" de Seth, el trabajo duro, hoy en día, es hacer lo que nadie quiere hacer, y que resulta emocionalmente, complicado.

Desde esa óptica, me vienen a la cabeza una serie de trabajos duros como:

  • Decir la verdad (al menos la tuya), siempre, y en cualquier circunstancia. Prefiero la verdad desnuda, a la mejor vestida de las mentiras.
  • Tener el valor para decir lo que hay que decir, en lugar de callarse y dejar que otros carguen con la responsabilidad, o simplemente, que todo siga igual, aún cuando sabes que la situación no es buena, a largo plazo, para nadie.
  • Decidir qué es lo que queremos ser, actuar en consecuencia y en ese momento, aceptar lo bueno, y lo malo que toda elección tiene. Como decía un antiguo profesor (y creo que esto es lo único valioso que aprendí con él en dos años de estudio): "todo en la vida tiene alguna ventaja y muchos inconvenientes".
  • Pedir perdón. Eso duele mucho, pero más duele ver la mezquindad de los que con tal de no disculparse jamás por sus errores, son capaces de "defender", con cualquier tipo de malas artes, la inmadurez de su personalidad.
  • Dejar sin escribir ese e-mail y discutir ese tema que tanto te molesta cara a cara. Lo fácil es escudarse en "yo ya escribí un mail", en lugar de intentar resolver, frente a frente, el problema.
  • Hacer esa "llamada de los tres minutos", que hace que se rompa una dinámica negativa, pero que implica que tú das el primer paso, cuando probablemente, no te has buscado el problema, y donde quizá, tengas que "contar hasta cien", para no reaccionar ante alguna que otra acusación.
  • Hacer algo: siempre es más fácil "que lo haga otro, porque ese no es mi trabajo", "preocuparse, en lugar de ocuparse", o "para lo que me pagan, bastante hago", o el más que socorrido "que lo haga el jefe, que por el pastón que le pagarán ...".
  • No conformarse. Aspirar siempre, a ser la mejor versión de uno mismo.
  • No prometer lo que no tienes la total seguridad que puedes cumplir. La desilusión que generas, cuando no cumples, tiene un coste brutal en tu marca personal. 
  • Decir NO.
El nuevo escenario de los que toman el control, y por tanto, la responsabilidad de lo que les ocurre, exige de la capacidad de gestionar esos momentos emocionalmente difíciles. 

Nada que merezca la pena es gratis, y el trabajo duro siempre tiene su recompensa. 

Hoy en día, el "emocionalmente" duro es el que realmente marca la diferencia.

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Sé que casi nunca damos feedback de los post que leemos. Esta vez espero ser el afortunado de la "excepción que confirma la regla", y me hagas llegar tus comentarios.

Un millón de gracias por adelantado.

jueves, 25 de septiembre de 2014

Saber hacer un truco de magia no te convierte en mago.


Mi hijo es aficionado a la magia. A mi, me encanta ver sus trucos, y sobre todo, lo mucho que practica y el esfuerzo que pone antes de mostrar cada una de sus habilidades.

Hace poco me pidió que le acercase a una tienda de magia, donde poder adquirir material para un nuevo truco. Al llegar al establecimiento, el dependiente, junto con otro "parroquiano" apostado en el mostrador (de esos que jamás, a primera impresión, dirías que es mago ...), nos recibieron muy amablemente.

Mi hijo le pidió el material que necesitaba y, ante mi sorpresa, el dependiente le hizo un pequeño examen para ver si era merecedor de poder adquirir el material. El "parroquiano", además, intercalaba comentarios sobre lo difícil que había sido en sus tiempos adquirir el conocimiento: se desplazaba desde Cádiz a Madrid, cada fin de semana, para poder asistir a clases de magia.

Jamás había visto nada igual: un vendedor que examina a su cliente. 

De aquí saqué cinco conclusiones:

1.- Un mago no entrega sus secretos a cualquiera. Le han costado mucho aprenderlos, practicarlos y perfeccionarlos.

¿Porqué tendría que regalárselos a cualquiera que se lo pidiese? 

Esa, en el fondo, es la esencia de la magia: hacer algo que para otros es, sencillamente, inexplicable.

2.- Saber hacer un truco de magia, no te convierte en mago. Un truco lo puede hacer cualquiera. De hecho, se pueden comprar algunos muy impactantes .... pero es sólo eso: un truco comprado. 

Mago es el que hace magia, no el que hace trucos. Un trilero (esos del los tres cubiletes, y la bolita ....) hace "trucos", no magia.

3.- Un mago respeta a otro, que ya lo sea, o que se esfuerce por aprender su arte.

Es una cuestión de valores, no de título. Si no mereces su respeto, ni tan siquiera mereces su atención. Digas lo que digas que eres, tienes que demostrarlo.

4.- El que es un mago, lo es siempre, y le da lo mismo los medios que tenga a su alcance. 

Tanto el dependiente como el parroquiano (magos ambos) comentaban que les era indiferente si la baraja que utilizaban era nueva, y de excelente calidad, o "requeteusada". Ejecutaban los trucos con la misma pericia. 

El que sabe hacer algo, lo hace. Punto.

5.- A un mago le molesta el que alguien que "no es de los suyos" se atribuya su título. 


Al final, creo que todo el que pone pasión en lo que hace, tiene un poco (o un mucho) de mago, porque ...
  • ... hace sencillo lo que a otros les parece imposible. No le cuesta hacer lo que le apasiona. 
  • ... permanentemente, se esfuerza en llegar a dominar su arte, aún a sabiendas de que cada día aprenderá algo nuevo, lo cual, le empuja a seguir aprendiendo.
  • ... siente respeto por los que como él, se han esforzado por llegar y progresar.
  • ... su condición, su ser interior, le hace que siempre sea lo que es. No hay interruptor "On-Off" para la magia.
  • ... defiende lo que considera que es honesto y digno de su arte.
¿Lo ves así?¿O no? Cuéntanoslo, por favor, y déjanos saber tu valiosa opinión.

Gracias por tu tiempo. 


martes, 23 de septiembre de 2014

Me gustan los Post-it originales


Quizá por eso de que un Post-it es tan sencillo como el "mecanismo de un chupete", es tan utilizado. 

Sencillo: un trocito de papel, en colores, que se puede pegar y despegar, y en el puedes anotar tus ideas para agruparlas, clasificarlas, darles prioridad colocándoles en uno u otro lugar ....

Gracias, 3M por el invento (Nota: este post NO está patrocinado ....).

Sin embargo, como casi todo, el Post-it tiene sus competidores "low-price": post-it de segunda división cuyos dudosos atributos son:

1.- No pegan.
2.- La tinta del rotulador no se fija de inmediato.
3.- No se puede escribir en la banda superior, porque los restos de cola del post-it anterior en el taco no permiten que la tinta se absorba.
4.- Se curvan
5.- Hasta los colores del papelito son "apagados".
6.- Son baratos (Nota: faltaría más que fuesen caros !!!)

Ya es difícil hacerlo tan mal en tan poca cosa.

Sin embargo, es así: la calidad no importa demasiado, y hay que reducir costes. Y qué mejor manera que empezar con un simple taco de post-its. Tan ridículo como inútil.

Por eso, me gustan los post-it originales ... y en general, todo lo genuino porque ...
  • ... alguien ha puesto su energía y empeño en hacerlo posible
  • ... el que lo experimenta, lo reconoce.
  • ... siempre es más difícil ser diferente.

Y NO me gustan las imitaciones, porque NO me gusta lo que es ... 

  • ...  más barato, como principal, o incluso, único atributo. 
  • ... de calidad estándar, sea cual sea ese estándar.
  • ... indiferente, uno más, con un simple parecido al original.

Y ahora cambia la palabra "post-it" por persona, líder, cariño, belleza, amor, sonrisa, compromiso, humor, pasión, preocupación, pizza, amistad, boli Bic, .... 

¿Sigues pensando que a ti te da lo mismo un "post-it" original que uno "low-price"?

Mensaje para los "low-price":



domingo, 21 de septiembre de 2014

Y lo peor es que el billete no era falso.



Era sábado por la tarde. Necesita comprar un artículo que se me había olvidado en la compra habitual, de pequeño importe, así que entré en un supermercado. Elegí lo que necesitaba y me dirigí a la caja. No tardé ni tres minutos en entrar y estar en frente de la cajera, dispuesto a pagar. 

Al solicitarme el importe, le entregué un billete de 10 euros. Lo tomó, y ante mi atónita mirada, se puso a mirarlo al trasluz, a tocarlo, a inspeccionarlo visualmente, ... es decir, a comprobar si el billete era auténtico.

Me devolvió unas monedas, y un billete de 5 euros.

Delante de ella, me puse a mirarlo al trasluz, a tocarlo, a inspeccionarlo visualmente, ... es decir, a comprobar si su billete era auténtico, ... ante su sorpresa y la del resto de clientes que esperaban en la cola de la caja.

Desde luego, dada la cantidad de falsificaciones que circulan, un establecimiento necesita comprobar si un billete es, o no, falso. Sin embargo, realizar ese ejercicio delante de un cliente, transmite un pésima imagen de establecimiento. 

La clase de gesto que te dice "no me fío de ti"

Minar la confianza del cliente no suele ser una buena estrategia para que el cliente vuelva. Mi padre me decía: "Hijo, el hombre que no se fía, no es de fiar". 

La cajera, desde luego, no tiene la culpa de que nadie la haya provisto del aparatito que detecta falsificaciones. Tampoco de que se le haya dado la responsabilidad de evitar fraudes. 

Supongo que alguien en una mesa ha pensado que lo mejor es simplemente, que haga una "comprobación casera" delante del cliente, que en mi caso, acabo con toda intención de volver al establecimiento.

Si el billete hubiera sido falso, y lo hubiesen aceptado sin más, les hubiera salido más barato, créanme. La confianza tiene su retorno de inversión.

El cliente decide en cada pequeño detalle, pero sobre todo, en la interacción con el personal que le atiende. Desconozco cuanto suma el fraude por falsificaciones, pero estoy seguro de que no soy el único cliente ofendido por esa práctica de comprobación. 

Es más, si tan frecuente es la falsificación, ¿por qué no ponen un aparato de detección, y así, evitan a los empleados el tener que enfrentarse al cliente por una valoración subjetiva de lo que es (o no) falso?

Al final, si la contabilidad importa más que las personas (ya sean clientes, o trabajadores) el resultado suele ser menos positivo de lo esperado para el negocio. 

Y al final de todo, lo que queda es que el establecimiento ha perdido un cliente a cambio de nada. El billete, simplemente, no era falso.